5 de julio de 2015

TEJEDA DE TOSANDE





Tejeda




































Continuando con nuestros reportajes fotográficos, el jueves 2 de julio, volvimos a salir de excursión sin destino y en carretera decidiríamos donde llegar.

Nos reunimos los de siempre, a falta del director, Gelo, y por tanto, yo tenía que tomar la iniciativa de elegir sitio.

Salimos desde Santander en un día inestable y anunciando lluvia. Tras dejar Reinosa con mal tiempo y visto que por Aguilar de Campoo el cielo parecía despejado, decidimos acercarnos y conocer la ruta de  Tejeda de Tosande.

Nos fue fácil llegar al sitio de partida, pues con el navegador de Nacho, no hay pérdida alguna.

Primeramente llegamos al pueblecito de la Dehesa de Montejo y desde aquí a unos kilómetros, se encuentra el aparcamiento e inicio de la ruta.

El recorrido de la ruta se inicia desde este aparcamiento, situado junto a la carretera de Cervera de Pisuerga a Guardo, a una altitud de 1.150 metros.

 Descendimos por la pista y a mitad del recorrido nos recogió con el vehículo Nacho, para aparcar de nuevo en el  paso del ferrocarril de La Robla y evitar a la vuelta el ascenso algo prolongado y costoso.

Tras dejar el puente nos encontramos con el cauce seco del Arroyo de Tosande, poca agua, pero muy propicio para ver alguna que otra libélula y así fue.

El camino nos lleva a desviarnos hacia la izquierda, para remontar hacia el valle de Tosande.

Siguiendo el sendero, pasamos junto a las escombreras de una antigua mina ya abandonada y luego por una angostura caliza muy bonita para salir a la pista que accede al valle.

Por la pista nos adentramos en el valle entre abundante y variada vegetación, pasando en muy poco tiempo del encinar mediterráneo al robledal y después al hayedo.

Tras superar un tramo angosto, el Valle de Tosande se abre y muestra un paisaje idílico, cubierto de praderías, entre las que se reconocen varios túmulos megalíticos, estructuras funerarias debidas a los primeros pastores de la Cordillera Cantábrica, hace unos 4.000 años.

Tras llegar a este punto y siguiendo las indicaciones, subimos hacia la izquierda (Suroeste), entrando en el hayedo que cubre la ladera de Peña Horacada (1.818 metros), para descubrir en su interior la Tejeda de Tosande.

Nos acercamos, para introducirnos y conocerlo. Hasta aquí teníamos previsto llegar y regresar de nuevo para no perder tiempo y llegar pronto a comer.

La Tejeda de Tosande es una de las concentraciones de tejos más destacadas de España, situándose en el interior del Parque Natural de Fuentes Carriones y Fuente Cobre-Montaña Palentina, concretamente en la Sierra de la Peña, dentro del término municipal de Dehesa de Montejo. La Tejeda se ubica en la vertiente norte de la Peña Horacada, sobre el Valle de Tosande, conocido también en algunas localidades como Tosande, en cotas comprendidas entre los 1300 y los 1500 metros de altitud, y sobre un sustrato calizo paleozoico.

En realidad los tejos se encuentran integrados dentro de un extenso hayedo, de modo que las hayas ocultan la Tejeda en los meses no invernales, pues sólo después de caer las hojas de la hayas en el otoño se descubre el verde oscuro y perenne de los tejos.

La excepcionalidad de esta Tejeda de Tosande se debe por un lado al elevado número de tejos que la componen, en concreto hay setecientos cuarenta y tres pies inventariados. Por otro lado a que en su mayoría son ejemplares muy viejos, existiendo ejemplares que superan los 145 cms. de diámetro, dimensiones que corresponden a árboles de una edad próxima al milenio. Los tejos, en su mayor parte, no tienen un porte elevado, sobrepasados holgadamente por las hayas, pero algunos ejemplares de Tosande sobrepasan los 15 metros de altura. Así pues, se trata de una concentración excepcional de tejos que constituye una de las joyas de la Montaña Palentina.

Además de su interés natural, el tejo es una especie que tuvo una consideración muy particular desde la antigüedad, debido probablemente a su longevidad y su toxicidad. Junto con el olivo, el tejo es uno de los árboles más longevos de Europa, conociéndose ejemplares que sobrepasan los 2000 años, así que en cierta manera el tejo era "el árbol de la vida". Pero el tejo también "el árbol de la muerte", pues  tanto sus semillas, como sus hojas, sus ramas y sus raíces son muy tóxicas, debido a un alcaloide llamado taxina. Los historiadores romanos relataron que los cántabros y también algunos pueblos de la Galia utilizaban el veneno del tejo para quitarse la vida cuando se sentían demasiado viejos para luchar, o bien antes de rendirse a sus enemigos, como sucedió durante las Guerras Cántabras en el Monde Medulio, de ubicación todavía discutida.

Pese a su toxicidad, el taxol extraído de la corteza del Tejo de Pacifico (Taxus brevifolia), está siendo utilizado actualmente en algunos países, entre ellos EEUU, como un potente anticancerígeno.

Además de estas cualidades que le confirieron un carácter mítico, el tejo también era muy apreciado por la calidad de su madera, en concreto muy usada antiguamente para la fabricación de arcos, lo cual contribuyó en gran medidas a la regresión de la especie.

Una buena parte de los tejos de Tosande presentan unos misteriosos chaspes o cortes de los que no hay constancia ninguna de su función o utilidad. Solamente el tamaño de las cicatrices nos permite descubrir la antigüedad de estas viejas heridas, algunas de las cuales se cree que tengan más de 200 años. Un antiguo aprovechamiento del que se deja a futuras investigaciones la posibilidad de desvelar su verdadera función.

Hoy en día tiene la consideración de especie protegida, debido a su escasez en los montes españoles.

Se debe contribuir a la conservación del entorno de la Tejeda de Tosande si no abandonamos la senda, evitando de esta manera cualquier posible daño.

En el norte de Castilla y León, lo mismo que en Galicia, Asturias, Cantabria y otras regiones de la Europa Atlántica, existía la costumbre de plantar un tejo al edificar una iglesia o palacio, y también en los cementerios, encontrándose muchos ejemplos de iglesia y tejos centenarios contemporáneos.

El sendero de la Tejeda remonta la empinada ladera por una vaguada, y luego serpentea entre los tejos centenarios, con rincones espectaculares y misteriosos. Después hay que llanear hacia el Sureste y salir del bosque, con una zona que permite apreciar una panorámica del valle y su entorno desde la altura, que en este lugar sobrepasa los 1400 metros, siendo el punto más elevado de todo el recorrido. Desde aquí se desciende por otra vaguada, mejor por el interior del bosque que por los matorrales, para enlazar de nuevo con la pista por la que accedimos al valle.

En cuanto a la fauna, en el Parque, existe muchas especies de aves y de mamíferos. La variedad de ecosistemas que alberga este valle escondido, permite que vivan aquí especies características de los bosques, con una fauna asimismo variada y abundante. Los frutos de haya, robles, acebo y servales, entre otros, proporcionan alimentos a especies como el jabalí y el lirón careto. Además es zona de paso del oso. Entre las aves destacan los picos mediano y menor, mirlos, zorzales, caballa gris y curruca zarcera. Otros rapaces como el buitre, el azor, el águila culebrera y el cárabo.

Este primer contacto con esta ruta, ha sido positivo, hemos podido contemplar una maravillosa naturaleza y ya nos imaginábamos lo que sería en Otoño, con el cromatismo de sus árboles y arbustos y el rojo encendido de los arilos de los tejos y de los frutos de acebos y mostajos.

Pero lo más importante, durante el recorrido, fué haber podido disfrutar de cientos de mariposas volando cerca de nosotros, de distintas especies y coloridos.

Y qué decir del vuelo de las libélulas, una maravilla poder fotografiarlas, a pesar de lo difícil para conseguirlo.

Después de terminar la visita a esta senda de Tosande, hemos prometido volver a hacerla en su totalidad, es decir, todo su recorrido y olvidarnos de la macrofotografía.

Ha sido un bonito día, preciosa ruta y buenas fotografías, todo ello gracias a nuestro amigo Carlos Medina, quien me había informado de este lugar.

Como también nos recomendó, donde debíamos comer, en el Restaurante Peñalabra, con excelente menú y atención.


Gracias de todos, Carlos.


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