Los
zarramacos
El
8 de enero de 2017, se celebró la Vijanera en la localidad de Silió
(Cantabria).
Este
año en el que la mirada de expertos internacionales estaban puestas en la
Vijanera, camino de su declaración como Patrimonio de la Humanidad y Bien de
Interés Cultural, la ancestral mascarada de Silió (Molledo) se superó a sí
misma, rompiendo récords, con más personajes y visitantes que nunca, mientras
incorporaba a la jornada mujeres recreando la leyenda de los amoríos entre
zarramacos y pandereteras.
Desde
temprana y gélica hora miles de personas invadieron el pequeño pueblo para
disfrutar de la primera mascarada de invierno en Europa y una de las fiestas
cántabras de más repercusión en todo el mundo, como acreditaron las muchas
personas llegadas de fuera de las fronteras regionales y nacionales para poder
ver en directo una comitiva única en esta edición por su número y vistosidad.
La
organización ya lo había previsto. Un largo fin de semana, con margen por medio
tras las fiestas navideñas, y el buen tiempo auguraban una celebración
multitudinaria y eso fue lo que pasó. A ratos incluso resultó agobiante por la
cantidad de gente que atestaba las calles dejando poco margen a seguir la
comitiva.
Pero
prevenir antes que curar tuvo resultado en los más de diez terrenos habilitados
para poder aparcar cómodamente. Aunque así la cola a ambos márgenes de la
carretera desde la salida de Silió llegaba al pueblo de Molledo.
Nadie
se fue decepcionado, porque pudieron contemplar en vivo una Vijanera con más
participantes que nunca, cerca de 170, lo que permitió sacar más trajes,
algunos renovados, la mayoría espectaculares, con especial mención a los que
representaban la Naturaleza.
Una
edición especial que dio mayor protagonismo al futuro, a los muchos niños que
forman parte ya de la Asociación de Amigos de La Vijanera y que se entregaron
en cuerpo y alma sábado y domingo a una fiesta que se sigue agarrando a su
pasado ancestral para demostrar su inquebrantable tirón de futuro.
Especial
también la edición porque se alargó durante todo el día, con vijaneros por el
pueblo hasta la caída del sol a ritmo de cantos y pandereteras del valle,
unidas este año a la celebración con intención de quedarse para siempre.
Entre
los visitantes, habría que destacar una amplísima representación de los
responsables de las mejores mascaradas ibéricas, devotos del santuario que
escenifica cada enero una fiesta encumbrada a lo más alto en los últimos años
gracias a personas como César Rodriguez, uno de los exponentes de la
organización. Un eslabón más en la viaje apuesta por declarar esas
celebraciones como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
Tocaban
las campanas a mediodía cuando gritos, cohetes y campanos anunciaron el
desenfreno que supone la Vijanera. Salida, por una parte de las antiguas
escuelas y, por otra, de lo alto de Santa Marina para confluir ambas comitivas
muy cerca de la Iglesia románica, principio y fin de la fiesta.
Este año poco se podía hacer para seguir el desfile ante la cantidad de gente que
llenaba las rutas que tomaban los vijaneros. En la raya, dos veces pidieron
guerra para, a la tercera, declarar la paz con el recuerdo del encuentro antaño
con otras comitivas.
Sorteando
calles estrechas y gente cuerpo a cuerpo con los vijaneros, el grupo fue
mostrando su particular singularidad: el amo, los traperos, la pepona, la
madama o el mancebo, la gigante giralda, los danzarines, la preñá, la gorilona
o las gilonas, además, por supuesto, del oso y los zarramacos.
De
ahí regreso, paradas incluidas, a la campa donde se concentraron las miles de
personas que fueron fieles a la cita.
Coplas,
canciones y parto de un nuevo año hicieron regresar sobre los pasos a unos y
otros, protagonistas e invitados, hacia la iglesia, monumento a la divina
justicia que empujó a los guerreros del bien, los zarramacos, a acabar con el
oso, símbolo del mal.
(del
DM de fecha 9 enero 2017)
Otro año más, que acudo a esta fiesta de
La Vijanera y son muchos los que he
asistido.
Mi preocupación era el tiempo, se
anunciaban temperaturas bajísimas, pero al final no fue para tanto.
Llegue muy pronto, como aconsejaban para
aparcar el vehículo lo más cerca posible, del centro del pueblo. Siempre lo
hago en el mismo sitio.
Después me dirigí a tomar un cafetito bien
caliente en el único restaurante abierto a esas horas.
Como vengo haciéndolo otros años, subí al barrio de Santa Marina,
donde los organizadores y participantes se preparan y visten para iniciar la
comitiva.
Este año, no dejaban acercarse a las
casas y todos los que estuvimos arriba, no nos quedó más solución que esperar y
mientras tanto los organizadores y algunos familiares, tuvieron el detalle de
ofrecernos pinchos calientes mientras esperábamos.
A las once, iniciaron la bajada por el bosque los zarramacos , donde pude comprobar el gran gentío que ya estaba
esperando, hasta llegar al lugar de la campa, donde realizan el rito del oso y
puede verse la panorámica del pueblo
abajo.
Desde aquí, fui bajando entre la gente y
sin escapatoria posible, te llevaban al ritmo que marcaban los zarramacos,
hasta que me liberé casi al final del recorrido.
Hasta "la raya", lugar donde
dramatizan el rito pidiendo "guerra" o paz", era imposible andar
y siempre entre gente que iba y venía, demasiado para intentar hacer alguna
foto.
Al regreso, igual, hasta que los
zarramacos se desviaron hacia el puente y aquí, ya se pudieron hacer algunas
fotos más, hasta que terminé de seguirles.
Ha sido un bonito día, de autentico
maratón fotográfico.
Para conseguir fotos, hay que estar
preparado y tener algo de conocimiento de la fiesta ¡esto es muy importante!
Este año, me he encontrado con un fotógrafo
francés que había venido exclusivamente para hacer las fotos de la Vijanera, y
también con un profesional, que nos aconsejó cómo debíamos de situarnos durante
el recorrido para conseguir lo que él llamaba "una foto limpia".
Yo estaba de acuerdo con él, pero lo
veía imposible conseguir lo que pretendía, solamente hay que estar atentos y
bien preparado para correr por delante de la comitiva, con los zarramacos
corriendo.
A pesar de todo, espero que mis fotos
lleguen a gustar.
Estoy contento por haber sido uno de los
visitantes y de presentar mi voto para que sea declarada la fiesta como
Patrimonio de la Humanidad de Bien Cultural.
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