Tejeda
Continuando con nuestros reportajes
fotográficos, el jueves 2 de julio, volvimos a salir de excursión sin destino y
en carretera decidiríamos donde llegar.
Nos reunimos los de siempre, a falta
del director, Gelo, y por tanto, yo tenía que tomar la iniciativa de elegir
sitio.
Salimos desde Santander en un día
inestable y anunciando lluvia. Tras dejar Reinosa con mal tiempo y visto que
por Aguilar de Campoo el cielo parecía despejado, decidimos acercarnos y conocer
la ruta de Tejeda de Tosande.
Nos fue fácil llegar al sitio de
partida, pues con el navegador de Nacho, no hay pérdida alguna.
Primeramente llegamos al pueblecito
de la Dehesa de Montejo y desde aquí a unos kilómetros, se encuentra el
aparcamiento e inicio de la ruta.
El recorrido de la ruta se inicia
desde este aparcamiento, situado junto a la carretera de Cervera de Pisuerga a
Guardo, a una altitud de 1.150 metros.
Descendimos por la pista y a mitad del
recorrido nos recogió con el vehículo Nacho, para aparcar de nuevo en el paso del ferrocarril de La Robla y evitar a la
vuelta el ascenso algo prolongado y costoso.
Tras dejar el puente nos encontramos
con el cauce seco del Arroyo de Tosande, poca agua, pero muy propicio para ver
alguna que otra libélula y así fue.
El camino nos lleva a desviarnos
hacia la izquierda, para remontar hacia el valle de Tosande.
Siguiendo el sendero, pasamos junto
a las escombreras de una antigua mina ya abandonada y luego por una angostura
caliza muy bonita para salir a la pista que accede al valle.
Por la pista nos adentramos en el
valle entre abundante y variada vegetación, pasando en muy poco tiempo del
encinar mediterráneo al robledal y después al hayedo.
Tras superar un tramo angosto, el
Valle de Tosande se abre y muestra un paisaje idílico, cubierto de praderías,
entre las que se reconocen varios túmulos megalíticos, estructuras funerarias
debidas a los primeros pastores de la Cordillera Cantábrica, hace unos 4.000
años.
Tras llegar a este punto y siguiendo
las indicaciones, subimos hacia la izquierda (Suroeste), entrando en el hayedo
que cubre la ladera de Peña Horacada (1.818 metros), para descubrir en su
interior la Tejeda de Tosande.
Nos acercamos, para introducirnos y
conocerlo. Hasta aquí teníamos previsto llegar y regresar de nuevo para no
perder tiempo y llegar pronto a comer.
La Tejeda de Tosande es una de las
concentraciones de tejos más destacadas de España, situándose en el interior
del Parque Natural de Fuentes Carriones y Fuente Cobre-Montaña Palentina,
concretamente en la Sierra de la Peña, dentro del término municipal de Dehesa
de Montejo. La Tejeda se ubica en la vertiente norte de la Peña Horacada, sobre
el Valle de Tosande, conocido también en algunas localidades como Tosande, en
cotas comprendidas entre los 1300 y los 1500 metros de altitud, y sobre un
sustrato calizo paleozoico.
En realidad los tejos se encuentran
integrados dentro de un extenso hayedo, de modo que las hayas ocultan la Tejeda
en los meses no invernales, pues sólo después de caer las hojas de la hayas en
el otoño se descubre el verde oscuro y perenne de los tejos.
La excepcionalidad de esta Tejeda de
Tosande se debe por un lado al elevado número de tejos que la componen, en
concreto hay setecientos cuarenta y tres pies inventariados. Por otro lado a
que en su mayoría son ejemplares muy viejos, existiendo ejemplares que superan
los 145 cms. de diámetro, dimensiones que corresponden a árboles de una edad
próxima al milenio. Los tejos, en su mayor parte, no tienen un porte elevado, sobrepasados
holgadamente por las hayas, pero algunos ejemplares de Tosande sobrepasan los
15 metros de altura. Así pues, se trata de una concentración excepcional de
tejos que constituye una de las joyas de la Montaña Palentina.
Además de su interés natural, el
tejo es una especie que tuvo una consideración muy particular desde la
antigüedad, debido probablemente a su longevidad y su toxicidad. Junto con el
olivo, el tejo es uno de los árboles más longevos de Europa, conociéndose
ejemplares que sobrepasan los 2000 años, así que en cierta manera el tejo era
"el árbol de la vida". Pero el tejo también "el árbol de la
muerte", pues tanto sus semillas,
como sus hojas, sus ramas y sus raíces son muy tóxicas, debido a un alcaloide
llamado taxina. Los historiadores romanos relataron que los cántabros y también
algunos pueblos de la Galia utilizaban el veneno del tejo para quitarse la vida
cuando se sentían demasiado viejos para luchar, o bien antes de rendirse a sus
enemigos, como sucedió durante las Guerras Cántabras en el Monde Medulio, de
ubicación todavía discutida.
Pese a su toxicidad, el taxol
extraído de la corteza del Tejo de Pacifico (Taxus brevifolia), está siendo
utilizado actualmente en algunos países, entre ellos EEUU, como un potente
anticancerígeno.
Además de estas cualidades que le
confirieron un carácter mítico, el tejo también era muy apreciado por la
calidad de su madera, en concreto muy usada antiguamente para la fabricación de
arcos, lo cual contribuyó en gran medidas a la regresión de la especie.
Una buena parte de los tejos de
Tosande presentan unos misteriosos chaspes o cortes de los que no hay
constancia ninguna de su función o utilidad. Solamente el tamaño de las
cicatrices nos permite descubrir la antigüedad de estas viejas heridas, algunas
de las cuales se cree que tengan más de 200 años. Un antiguo aprovechamiento
del que se deja a futuras investigaciones la posibilidad de desvelar su
verdadera función.
Hoy en día tiene la consideración de
especie protegida, debido a su escasez en los montes españoles.
Se debe contribuir a la conservación
del entorno de la Tejeda de Tosande si no abandonamos la senda, evitando de
esta manera cualquier posible daño.
En el norte de Castilla y León, lo
mismo que en Galicia, Asturias, Cantabria y otras regiones de la Europa
Atlántica, existía la costumbre de plantar un tejo al edificar una iglesia o
palacio, y también en los cementerios, encontrándose muchos ejemplos de iglesia
y tejos centenarios contemporáneos.
El sendero de la Tejeda remonta la
empinada ladera por una vaguada, y luego serpentea entre los tejos centenarios, con rincones espectaculares y misteriosos. Después hay que llanear
hacia el Sureste y salir del bosque, con una zona que permite apreciar una
panorámica del valle y su entorno desde la altura, que en este lugar sobrepasa
los 1400 metros, siendo el punto más elevado de todo el recorrido. Desde aquí
se desciende por otra vaguada, mejor por el interior del bosque que por los
matorrales, para enlazar de nuevo con la pista por la que accedimos al valle.
En cuanto a la fauna, en el Parque,
existe muchas especies de aves y de mamíferos. La variedad de ecosistemas que
alberga este valle escondido, permite que vivan aquí especies características
de los bosques, con una fauna asimismo variada y abundante. Los frutos de haya,
robles, acebo y servales, entre otros, proporcionan alimentos a especies como
el jabalí y el lirón careto. Además es zona de paso del oso. Entre las aves
destacan los picos mediano y menor, mirlos, zorzales, caballa gris y curruca
zarcera. Otros rapaces como el buitre, el azor, el águila culebrera y el
cárabo.
Este primer contacto con esta ruta,
ha sido positivo, hemos podido contemplar una maravillosa naturaleza y ya nos
imaginábamos lo que sería en Otoño, con el cromatismo de sus árboles y arbustos
y el rojo encendido de los arilos de los tejos y de los frutos de acebos y
mostajos.
Pero lo más importante, durante el
recorrido, fué haber podido disfrutar de cientos de mariposas volando cerca de
nosotros, de distintas especies y coloridos.
Y qué decir del vuelo de las
libélulas, una maravilla poder fotografiarlas, a pesar de lo difícil para conseguirlo.
Después de terminar la visita a esta
senda de Tosande, hemos prometido volver a hacerla en su totalidad, es decir,
todo su recorrido y olvidarnos de la macrofotografía.
Ha sido un bonito día, preciosa ruta
y buenas fotografías, todo ello gracias a nuestro amigo Carlos Medina, quien me
había informado de este lugar.
Como también nos recomendó, donde
debíamos comer, en el Restaurante Peñalabra, con excelente menú y atención.
Gracias de todos, Carlos.
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