Ayer, fue la fiesta de los Santos Mártires Emeterio y
Celedonio, patronos de la Diócesis y de la Ciudad de Santander.
Como es tradicional y
con el repique de campanas, las reliquias de los santos EMETERIO y CELEDONIO se
trasladan en procesión desde la iglesia del Santísimo Cristo, hasta La
Catedral, para aquí ser expuestas en el presbiterio para la veneración de los
fieles durante la jornada de fiesta.
El viernes, se celebró
la misa bendecida por el señor Obispo don Vicente Jimenez y cantada por la
Coral Valle de Piélagos-Salcedo que dirige Agustín Castillo.
Los hermanos
Emeterio y Celedonio, oriundos de Calahorra (La Rioja), sufrieron en esta
ciudad el martirio durante la persecución del emperador romano Diocleciano, en
torno al año 298.
Ambos hermanos
militaban en las legiones romanas, pero las abandonaron y profesaron
públicamente la milicia de Cristo como testigos de la fe.
Llevados ante el
Tribunal, confesaron su fe por lo que fueron atormentados en la cárcel donde
permanecieron por algún tiempo. En las afueras de la ciudad, junto al río
Cidacos, afluente del Ebro, sufrieron el martirio para, finalmente, ser
decapitados un 3 de marzo. Tras su muerte, estos siervos de Dios, fueron allí
sepultados.
En el incendio de 1941,
unas de las riquezas artísticas que no llegó a perder, fueron los
bustos-relicario de los Santos Mártires, EMETERIO y CELEDONIO, que se exhiben
hoy en la Iglesia baja (El Cristo), magnificas piezas de orfebrería
renacentista burgalesa datables hacia 1533-36, con sus cajas internas labradas
en 1763, por el platero santanderino Manuel Victórica Gutiérrez.
En la historia del
asentamiento de Santander, comenzaría en el siglo XI, período del que proceden
las más antiguas referencias escritas hoy conservadas, aquellas que consignan
la existencias de un puerto y abadía dedicados a los santos EMETERIO y
CELEDONIO.
A partir de las
excavaciones realizadas bajo los pavimentos del conjunto monumental de la
Catedral, único suelo de los primitivos poblamientos del lugar que permanecía
en su sitio, ya que lo demás desapareció a consecuencia de los radicales
desmontes efectuados tras el incendio.
En aquellas campañas de
excavaciones arqueológicas, primeras intervenciones científicas de esa
naturaleza llevadas a cabo en la ciudad, no solo sacaron a luz vestigios, datos
y objetos con que poder jalonar el tiempo de su existencia desde los orígenes,
sino que también permitieron interpretar las escasas referencias escritas de
los tiempos más remotos conocidas.
En el posible campo de
ruinas que cubriera la vieja acrópolis, rodeada de agua por tres de sus flancos
en el primigenio cerco de Somorrostro, encontraron los hispano-romano-visigodos
que aquí llegaron huyendo de las razzias musulmanas, en el siglo VIII, una
cista de piedra cillería con su interior bien careado, donde depositaron las
más preciada de las pertenencias que habían traído consigo: la reliquia
consistente en las cabezas de los mártires EMETERIO y CELEDONIO.
Encima de aquella tumba
secundaria, que no era otra cosa que el recinto del horno de unas desaparecidas
termas públicas romanas, levantaron la primera de la serie de iglesias de lo
que acabaría siendo la actual Catedral de Santander.
Existe toda
probabilidad en aquellos años (año 1147) cuando los vecinos y clérigos de la
población pescadora, apiñada en torno al pequeño monasterio, elaboraron la
sorprendente leyenda con que se explicaron a sí mismos y explicarían a sus
descendientes, la llegada a este puerto de las cabezas de los Mártires.
Como es tradición en estas
fechas, también asistieron a la misa, los componentes de la Asociación de
Trajes La Tierruca, con sus trajes regionales.
Es un día que aprovecho
para acercarme a La Catedral, para asistir a la misa y captar algunas imágenes
para el recuerdo.
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